El choque con China, primer incendio global de la primera ministra de Japón
La ultraconservadora Sanae Takaichi cumple un mes en el cargo sin que la disputa diplomática con Pekín, por un comentario sobre Taiwán, tenga un final a la vista
GUILLERMO ABRIL Pekín
La crisis surge a la par que el ascenso del nacionalismo y el populismo en el país Pekín critica a la nueva líder japonesa por “dañar” las relaciones bilaterales
Como buena amante del heavy metal y de las motos de gran cilindrada en sus años de juventud, la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, ha apuntado hacia un rival de peso en su primera gresca diplomática: China. La política ultraconservadora, de corte nacionalista y defensora de un Japón con mayor empaque militar, cumplió ayer un mes en el cargo mientras las relaciones con Pekín continúan en caída libre. Muchos analistas aventuraban el choque entre vecinos. Pocos creyeron que fuera a suceder tan rápido.
El rifirrafe nace de unas declaraciones de Takaichi sobre Taiwán que han incendiado la relación. El pasado 7 de noviembre, cuando llevaba menos de tres semanas en el cargo, aseguró en una respuesta parlamentaria que un eventual intento de China de bloquear o apoderarse de Taiwán podría suponer “una amenaza existencial” para su país, lo que justificaría el despliegue de las Fuerzas de Autodefensa de Japón.
Sus comentarios sentaron como una bofetada en China, que ha desplegado su furia diplomática, esbozado represalias económicas y amenazado con ir más allá: “Si Japón se niega a retractarse [...], China no tendrá más remedio que tomar medidas severas y contundentes”, dijo un portavoz chino de Exteriores.
Takaichi, de momento, solo ha explicado que sus palabras eran “hipotéticas”, y ha asegurado que la postura de su Gobierno no ha cambiado, que su comentario no era ninguna novedad. No ha dado marcha atrás. Pocos esperan que lo haga. “Nuestra postura sobre Taiwán sigue siendo la misma. En este sentido, no hay necesidad de cambiar la declaración realizada por la primer ministra”, afirma Kitamura Toshihiro, director general de Prensa y Diplomacia Pública del Ministerio de Exteriores de Japón, en una entrevista telefónica con EL PAÍS realizada este jueves. “La paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán son importantes no solo para la seguridad de Japón, sino también para la estabilidad de la comunidad internacional en su conjunto”, añade.
Jeffrey J. Hall, profesor en la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda, en Chiba (Japón), sí cree que Takaichi ha tomado un camino nuevo. Hasta la fecha, al hablar de Taiwán, los primeros ministros “utilizaban un lenguaje vago y ambiguo que insinuaba que Japón podría desem
peñar un papel en un conflicto”, afirma. “Pero no decían específicamente que Japón pudiera defender a Taiwán”.
Las declaraciones de la primera ministra tienen su origen en una pregunta de un diputado de la oposición. La cuestión es pertinente debido a los corsés al ejército japonés, reflejo de la Constitución pacifista nacida de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial: sus fuerzas armadas tienen prohibido intervenir en conflictos internacionales salvo que se trate de una “situación de crisis de supervivencia” para Japón. Taiwán, vino a decir la primera ministra, es uno de estos casos.
La respuesta lleva el sello Takaichi, con un historial de línea dura con el que ha ido escalando puestos. El analista Hall cree que
su intervención no contó con el asesoramiento de “burócratas” ni expertos de los ministerios. Se percibe en el lenguaje empleado. Mencionó, por ejemplo, los “acorazados”, a pesar de que estos buques ya no existen en las armadas china ni japonesa. “Parece que quiso utilizar sus propias palabras. Es posible que no se le informara sobre la importancia de mencionar específicamente la crisis de Taiwán como una situación que amenaza la supervivencia de Japón”, opina.
Hall ve poco probable que recule. Hay que leer sus declaraciones en clave interna en un momento en el que en Japón, como en buena parte del mundo, crece el movimiento nacionalista identitario. “Sus seguidores conservadores se sentirían muy decepcionados”, explica. “Quieren que se muestre firme con China”. Takaichi es, de algún modo, la respuesta del gobernante Partido Liberal Demócrata (PLD) para cortar la hemorragia de votos hacia formaciones populistas de extrema derecha, con aires trumpistas, que han puesto en jaque al Gobierno.
La política es conocida por su intención de reforzar la defensa nipona con ayuda de Washington. En su primera semana al frente, prometió elevar el gasto militar al 2% del PIB el año que viene y no en 2027, y es proclive a reducir las limitaciones constitucionales a las tropas. Ha hablado sobre cómo China y sus compañías suponen una amenaza para Japón y ha sugerido que a los residentes chinos se les debería prohibir comprar propiedades, por el riesgo de que sean usadas para el espionaje.
La pugna se alimenta de recelos históricos y heridas no cerradas del pasado. En China, las tropelías del imperialismo japonés siguen estando muy presentes. En septiembre, Pekín celebró el 80º aniversario del final de la II Guerra Mundial —que denomina la rendición de Japón en la Segunda Guerra Sino-Japonesa (19371945)— con un desfile militar gigantesco y una campaña sobre la “visión correcta de la historia”.
Takaichi ha llevado una intensa agenda internacional. La primera semana recibió en Japón al presidente de EE UU, Donald Trump: anunciaron una “nueva era dorada” en las relaciones. Tres días después, en Corea del Sur, se entrevistó con el chino, Xi Jinping, que le pidió “aprender de la historia”, y le recordó los acuerdos firmados sobre Taiwán: “Deben cumplirse y respetarse estrictamente”. Un día después, Takaichi se reunió con líderes taiwaneses: era el principio de la tormenta.
Para China, Taiwán es la línea roja de su política exterior. Considera la isla autogobernada una parte inalienable de su territorio, y nunca ha renunciado al uso de la fuerza para su reunificación, a pesar de que Taipéi cuenta con el apoyo militar de EE UU. A la vez, Taiwán se encuentra a poco más de 100 kilómetros de territorio japonés y está situada en rutas marítimas vitales para Japón.
Desde el primer día, Pekín ha criticado a Takaichi por “dañar de forma severa las relaciones bilaterales y desafiar el orden internacional de la posguerra”. Además, ha llamado a consultas al embajador de Japón en China, desplegado maniobras militares con fuego real en el mar Amarillo, alertado a sus ciudadanos de los riesgos de viajar a Japón, y anunciado su intención de suspender la importación de marisco japonés, prohibición que estuvo vigente tras el desastre de Fukushima.
El rifirrafe va acompañado de una inflamada retórica nacionalista en las redes sociales y los medios oficiales chinos. Ante el riesgo de que la disputa virtual salte al mundo real, la embajada japonesa en Pekín ha emitido una alerta de “seguridad” para sus ciudadanos en China.
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